jueves, 31 de diciembre de 2015

LA NOCHE DE LAS NEYSAS. (Microrrelato)




Era el día indicado.

Era la noche en la que todas las Neysas de todas las partes del mundo se reunían en aquel claro del bosque, junto al lago que era su hogar.

Poco a poco aparecían de entre las sombras, se despojaban de sus ropas y con sus blancos cuerpos desnudos  se colocaban en su sitio formando círculos. Eran todas mujeres muy jóvenes y hermosas, seres preciosos, diosas de la belleza. Todas tenían largos cabellos que  brillaban en todos los colores, cobrizos, castaños, rojos fuego, plateados y dorados, y sus rostros eran todos perfectos, ojos preciosos en rostros de ángeles.

Cada año se reunían para celebrar el gran día de las Neysas.

En éste día conmemoraban su justicia,  la muerte de miles de hombres,  la destrucción de aquellos que alguna vez hirieron a una mujer,  hombres mezquinos que merecían un castigo que ellas se encargaban de ejecutar engañándolos con su belleza y su sensualidad, y haciendo que lo perdiesen todo, a veces incluso la vida.

Las Neysas eran seres salidos del submundo que venían a vengar el dolor de cada mujer maltratada, eran la justicia de los dioses. Tenían la apariencia de la mujer más hermosa que un mortal pudiera imaginar, estaban repartidas por todas las partes del mundo y tenían un cometido, eran fuertes, inteligentes y siempre conseguían su propósito, pero había una cosa que nunca podían consentir, lo único que delataría su verdadera y espectral apariencia, el contacto con el agua.

Aquella noche una de ellas parecía más nerviosa de lo normal. Sus compañeras cuchicheaban y se reían a sus espaldas. Mia, que así se llamaba, tenía un pelo largo y cobrizo,  y una sonrisa y una luz en sus ojos distinta a todas las demás. Cuando cada una ocupó su sitio llegó la más veterana y maestra, Ama, su largo pelo plateado, liso como rayos de luna casi tocaba el suelo, aunque su cara y su cuerpo era joven y hermoso.

Ama  fue mirando a los ojos a cada una de las Neysas, le ponía sus manos en las mejillas, sonreía y continuaba, así de una en una iba sintiendo en su mente los llantos y gritos de aquellos hombres malvados, a los que cada Neysa había dado castigo, lamentos de misericordia que vengaban los de aquellas a las que hirieron. Todas habían cumplido su obligación, hasta que llegó ante los ojos de Mia y puso las manos en sus mejillas rosadas.  Ama se detuvo, miró a Mia con preocupación y su rostro se volvió serio y triste.

- ¿Que has hecho mi niña?

Mia bajó los ojos e intentó disimular:
-No sé a lo que se refiere madre.

-Claro que lo sabes...te has enamorado.

-Pero madre, él no es cómo los demás. No pude destruirlo, no se lo merecía.

-Todos los que te ordeno que ejecutes se lo merecen, no hay errores, te ha engañado.

-Madre, déjeme que le esplique, él me ama, me vio como soy en realidad...

-¡Estas loca! Insensata, sabes que eso está prohibido.

-Pero aún con mi apariencia real, me ha entregado su corazón.

-¡Mia, es un pirata sucio y ruin que mata y viola a mujeres por los siete mares!, ¿cómo has podido dejarlo vivir?. ¿Cuantas mujeres sufrirán por tu debilidad?

-No madre. Dejó de hacer daño a las mujeres por mi. Le conté nuestro secreto y dijo que sería bueno. Sé que dice la verdad...me deja nadar junto a su barco, a veces casi puedo sentir que es él el que me sigue hasta el fin del mundo, y cuando encontramos una isla desierta donde ocultar nuestro amor, yo me vuelvo hermosa para él y nos quedamos en ella días y días, felices, amándonos. Me dice cosas tan hermosas...sé que algún día estaremos juntos para siempre...

-Mia, pobre niña...,¿ y tu le creíste?, Te has enamorado...- Ama se alejó de ella- ¿sabes lo que te ocurrirá ahora?...pobre Mía...

-Creo que no es justo, pero si es mi castigo por no matarle, que así sea...

Ama la miró por última vez a los ojos, un rayo cruzó el cielo.
- No olvides lo que fuiste...

De repente se desencadenó una gran tormenta, empezó a llover y  todas las Neysas huyeron, unas corrieron hasta perderse por entre los arboles y otras saltaron al lago donde se les podía ver convertirse en lo que eran de verdad. Apenas entraron en el agua de aquel oscuro lago sus cabellos se volvieron tentáculos espinosos, su piel se tornó azulada y cubierta de begigas y escamas, y sus ojos blancos no tenían mirada. De repente eran monstruosas criaturas con dientes puntiagudos, repugnantes y putrefactas, que nadaban deprisa buscando la oscuridad de las aguas profundas..

Antes de que pudiera darse cuenta Mia se había quedado sola, bajo la lluvia, desnuda, cayó sobre si misma llorando amargamente, agarrada a sus piernas, aterrada, se sintió morir sobre el fango. Ni siquiera se dio cuenta de que su cuerpo se estaba mojando. Con el agua su pelo se fue oscureciendo, hasta quedar negro como la noche y su larga cabellera caía a jirones, parecía estar muriendo de verdad sin embargo su cuerpo no se volvía espectral, se había mojado y seguía siendo una mujer. 

Entonces se dio cuenta. Al enamorarse había perdido todo su poder, se había vuelto mortal, sin belleza alguna, pero mujer. Miró su reflejo en el lago, su corto y horrible pelo, su cuerpo había envejecido, y sus ojos se habían apagado,  pero lo que vio en su corazón fue su libertad, al fin podría estar con él, recogió sus ropas y corrió por el bosque, ahora si podría demostrar que él la amaba de verdad, buscaría a su amor, montó en su caballo y corrió bajo la lluvia hasta la ciudad, en cuyo puerto estaría su amado.

Cabalgó toda la noche rezando porque su barco no hubiera partido, lo vio desde lejos y sin pensarlo dos veces corrió hasta él y subió a bordo. Su amado estaba en la popa dando instrucciones a los marineros cuando ella irrumpió, todos quedaron en silencio:

-¡Amor mio!, ¡Mira que me ha pasado!, al fin podremos estar juntos.- Mia hablaba mientras avanzaba entre la tripulación hasta donde estaba el capitán. Uno de los marineros la agarró y le puso un cuchillo en el cuello.

-¿Quien eres intrusa? - Le preguntó el capitán mirándola de arriba a abajo.
-Soy yo, Mia. Tu amada, tu compañera...nuestro secreto, ya no tienes que tener miedo, soy una mujer normal, no tendremos que escondernos nunca más...

El capitán se acercó a ella despacio y la miró a los ojos. Apartó el cuchillo de su cuello y la acercó bruscamente hacia él, olió su cuello con cara de asco y tocó su pelo enfermo: 
-No te conozco de nada, jamás te había visto. No eres más que una vieja que intenta colarse en mi barco, así que te invito a que bajes de él y no vuelvas nunca más.

-¿Cómo que no sabes quien soy?, sabes perfectamente quien soy,¡ me dijiste que me amabas, te perdoné la vida!

El capitán la cogió entonces por el cuello levantándola del suelo y con los ojos llenos de ira le dijo al oído:
-He dicho que no te conozco de nada, así que no quiero volver a verte jamás. ¡Bajadla del barco!

Dos marineros cogieron a Mia que gritaba y lloraba suplicando clemencia a su amor, la bajaron del barco, la abofetearon fuertemente y la dejaron tirada en el suelo del puerto:
-¡Y no vuelvas por aquí vieja bruja!

Pasaron horas hasta que Mia volvió en si. El barco se había marchado, aquel que juró ser su amor la había engañado y ahora era una mujer abandonada y maltratada, lo había perdido todo por amor.

Como pudo buscó auxilio en la ciudad, anduvo por las calles pidiendo ayuda pero ni siquiera la miraban, hasta que se le acercó otra mujer, hermosa y bien arreglada, la cogió por el brazo cuando casi iba a desmallarse y la llevó a una casa. En la casa había más mujeres, una de ellas le trajo una manta y una copa con agua, y la sentó cerca del fuego. Todas las demás salieron de la habitación, pero aquella muchacha de largo pelo dorado se sentó junto a ella y le cogió las manos:

-No se preocupe señora. Todo saldrá bien, yo la ayudaré. Los dioses dicen que todos recibirán su castigo, aquel que le haya hecho sufrir pagará aunque se esconda en el último lugar del mundo.

-¿Cómo sabes tu eso? - Le pregunto Mia asustada.

-Yo me encargaré de que así sea...

-¿Eres una Neysa?

-¿Neysa?...no. No se de que me habla, yo solo soy una mujer...


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