martes, 19 de julio de 2016

Y entonces Dios me dio unas Alas.





Volar...siempre quise sentir ésa sensación de plena libertad. De niña veía a las bailarinas con sus puntas eternas que parecían flotar volátiles al compás de melodías melosas...las admiraba absorta y estaba convencida de que era porque las bailarinas eran como unas ninfas extrañas que  podían volar. Volar... bailar... lo que más yo deseaba, así que, así nació mi amor por la danza.

Luego pasaron los años y la vida me clavó los pies en el suelo....y yo solo quería volar.
Tanto interés se tomó mi suerte en que no me alejara más de un metro de la tierra firme, que me sedujo con la idea del vértigo más absoluto e indomable....aunque una vez monté en globo y me enamoré de las nubes, pero los dioses se debieron enfadar conmigo y no volví a poder hacerlo...

Y hace ya muchos muchos años que vivo castigada a caminar por el mundo, y no puedo volar hasta mi planeta secreto, donde estoy a salvo de todo. Cuando el mundo se vuelve un infierno, un holocausto y una tortura infinita, sólo puedo resguardarme en mi soledad segura y confortable...aunque sé que el mundo siempre es eso, un infierno, un holocausto y una tortura infinita ...pero a ratos amanece y descansa.

Un día empecé a tener planes complicados, pensé en huir como las lagartijas, rastreras y cobardes, por una rendija, por un sumidero oscuro, lo importante era estar a salvo, pero por algún motivo, el destino empezó a truncar todos mis planes de huida, y me tuve que quedar. Después incluso  compré un billete de tren sin destino  para no volver jamás, pero justo cuando daban el último aviso, creí que alguien me llamaba y al volver mi atención a mi huía... el tren ya había desaparecido.

Ya me daba por perdida y condenada, a bagar eternamente  por este mundo de hedores, de muerte e injusticia, cuando una noche de calor y lluvia comencé a sentirlo...algo se movía en mis adentros, una cosquilla, un extraño picor en mis omóplatos, una melodía melosa....

Al principio, creí que me habría picado algo, pero luego, una caricia hacia crecer poco a poco unas pequeñas plumas en mi espalda, que se convirtieron en unas grandes alas luego. Unas alas invisibles, blancas, brillantes, preciosas, que me llevarían allí donde yo quisiera.

De repente ya no sentí tanta prisa por marcharme, total...puedo echar a volar en cualquier momento, sólo tengo que aprender a ocultarlas, hacer silencio sobre mi secreto.

Y en cuanto pueda estar solar, volar...

Volar al mundo donde yo soy lo más importante, donde sé que mis sueños se cumplen todos los días, un mundo donde soy la que mejor me cuida, la que más me ama y me comprende. Un mundo donde siempre tengo la razón, y si no la tengo siempre siempre me perdono. Un sitio sagrado al que podré acudir ya siempre que necesite limpiar mi alma, de la sangre de las almas en pena que purgan sus pecados en el mundo.

Llámalo Dios, llámalo  fantasía, locura...o necesidad...pero a mi me gusta pensar que pronto andaré sobre mis puntas infinitas como aquellas bailarinas de mi infancia...y podré volar...me han regalado unas alas y voy a aprender a volar.

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